El comienzo del segundo The Last of Us es un trago duro, de eso no hay dudas. Independientemente de lo bien que te caiga Joel o que el primer juego te haya gustado más o menos, el primer encontronazo con Abby hace que este personaje te caiga mal.
A partir de aquí el equipo de Naughty Dog se arriesga y desarrolla una historia para que sea el propio jugador el que perdone a Abby. Presiona y machaca sin descanso al jugador para que llegue un momento donde diga: “ya está bien, ya no merece la pena”. Y esto lo encontramos en dos momentos. Para cada jugador estos momentos pueden aparecer en lugares diferentes.
El, llamémoslo, Primer Momento viene cuando le dices a Ellie: “da la vuelta, no merece la pena hacer lo que estás haciendo”. Cuando el jugador llega a ese punto, el juego sigue insistiendo. Sigue forzándote, sigue presionándote para que no solo quieras que Ellie pare, que Ellie deje de hacer lo que está haciendo, sino que te presiona también para llegar a un momento en el que no quieres que Abby pass por lo que está pasando. Llamemos a esto Segundo Momento.
Los problemas que tengo con Abby.
No voy a mentir, a veces peco de ser rencoroso de más. Intento (a veces) ponerle solución, intento que algo del pasado no me afecte en exceso, pero tengo la sensación de tener siempre una espina clavada. La espina clavada correspondiente a Abby es grande. Mucho. Y por eso cuando vuelvo a jugar al The Last of Us Parte II tengo que sobre esforzarme para no caer en el odio hacia esa muchacha musculada.
No me gustan los grupos sociales que rodean a Abby. Los Luciérnagas son arrogantes y pecan de populistas: Marlene traiciona sus ideales y se niega a reconocerlo. Jerry vende moral barata pero luego quiere sacrificar a “la niña” sin hablarlo con ella y matar a “ese contrabandista” para evitar problemas. Y de los Lobos qué decir, un grupo militar empeñado en ser peores que Fedra.
Tampoco me acaban de convencer los amigos que tiene Abby. De Manny prefiero no comentar nada. Owen vaga por el mundo contento porque tiene a dos mujeres ancladas a él. Juega con ellas cuando quiere y no parece muy molesto por haber enfrentado a dos amigas de la infancia. Jordan es un ser frío y violento. Pero tengo que reconocer que no tengo nada en especial contra Nora o Mel, salvo que están en el que considero que es el bando equivocado de la historia.
Evidentemente, con lo que respecta a amigos de Abby, mi opinión cambia cuando esta se encuentra con los hermanos serafitas. Y es en este momento cuando presencio algo diferente en Abby, cuando el equipo de Naughty Dog supo dar en el clavo y conseguir que una persona como yo empiece su ciclo de perdón personal hacia Abby. Es ahí cuando empecé a tantear ese Segundo Momento.
Mi Primer Momento.
A fin de rellenar palabras y por poner las cosas en orden voy a contar cuál fue para mi ese Primer Momento. Ese momento en el que le dices a la pantalla: Ellie, para, no merece la pena.
Curiosamente ese punto llega bastante temprano en mi partida. Si bien he dicho antes que puedo almacenar rencor de más (tranquilos, me esfuerzo en mejorar esa parte de mi) nunca me he considerado que sea una persona vengativa, por lo tanto, el viaje de venganza de Ellie nunca ha sido de mis cosas favoritas.
Entiendo que Ellie se arriesgue a ir a Seattle en busca de venganza y puedo pasar por alto algunas de las acciones que comete, pero este viaje no solo es peligroso para Ellie: expone a Dina y a Tommy. Ambos adultos funcionales que han decidido subirse a esta aventura de odio y violencia. Y del mismo modo que acepto que Ellie se embarque en este viaje, acepto que también lo hagan ellos.
Pero la cosa cambia cuando Dina, al final del primer día de Seattle, revela su estado actual, revela que está embarazada. Ese es el momento en el que dije: Ellie, da la vuelta. Ese fue mi precoz Primer Momento.
El Segundo Momento no es tan fácil de alcanzar.
Ahora que ya he puesto las cosas en orden cronológico se puede desarrollar ese Segundo Momento, el más complicado, pues trata del perdón. El momento en el que es el jugador el que tiene que desarrollar empatía por un personaje al que odia profundamente.
El descubrir que ese doctor del Hospital de Salt Lake City era el padre de Abby y que ella hace lo que hace por venganza no cambia para mí las cosas. De hecho no me vende muy bien a Abby. Entiendo de mala manera que Ellie, fruto del calentón, y tras acabar de enterrar a su padre se embarque en una aventura de odio. No me gusta, pero lo entiendo. Abby se pasa cuatro o cinco años pensando únicamente en su venganza.
Si analizamos la historia con determinación podemos ver que Abby no era conocedora de todos los motivos por los que Joel mató a su padre: sabía que había una niña que había que sacrificar, sabía que había un contrabandista… Pero no conocía que el enfrentamiento entre Joel y Jerry no tuvo nada de personal, que Joel mató a Jerry para salvar a Ellie. Tal vez este desconocimiento causó en su mente estragos más grandes durante esos cuatro años. Tal vez se llegó a imaginar mil historias en las que un Joel vengativo arremetía contra los Luciérnagas, y especialmente contra su padre, por a saber qué motivo.
La cuestión es que Abby, cuatro o cinco años después de lo ocurrido en ese hospital, desconociendo los motivos por los que sucedió aquello, busca una venganza dura y cruel. Abby actúa con una violencia inusitada, incluso para los estándares de ese mundo, se recrea cuando lleva a cabo su venganza.
Su contexto personal no me da pena
Tampoco me da pena ninguna saber que dentro de la base de los Wolfs hay un equipo lleno de personas muy diversas que intentan llevar sus vidas de la mejor manera posible: trabajando codo con codo para hacer guardias, para recolectar, para enseñar en esas escuelas que han montado…
Y como ya se puede intuir, tampoco me da pena ninguna el ver que la “chupipandi” de Abby, su grupo de amigos de toda la vida, no está en su momento más glorioso. Lo acaecido en Jackson pesa sobre las conciencas de estas personas y ha dividido el grupo. Bien merecido se lo tienen.
Una Abby desubicada tras llevar a cabo su venganza se encuentra con dos jóvenes del bando opuesto, dos jóvenes serafitas cuya comunidad ha repudiado. La naturaleza de uno de ellos no es aceptada en esa comunidad.
Y aquí viene una de las mayores críticas que he oído del juego por parte de los detractores de The Last of Us Parte II. El cómo se trata la relación y la confianza entre Abby y Lev por ser demasiado brusca, demasiado espontánea. Y creo que merece la pena detenerse para desarrollar bien esta idea.
Abby y Joel no son las mismas personas.
Abby y Joel guardan muchas similitudes (como las que se analizan en este texto sobre la dependencia emocional en The Last of Us) entre ellos: pasado lleno de dolor, impulsivos a la hora de ejercer la violencia, y en el momento en el que les conocemos, ambos empiezan su redención en el mundo gracias a una figura más joven y débil a la que sienten que tienen que proteger.
The Last of Us es un videojuego y también te sabe contar estas similitudes con elementos propios de este medio. El gameplay (la parte jugable, las mecánicas desarrolladas para que el jugador interactúe con el juego) es el mismo en Abby y Joel: torpes, bruscos, contundentes. Cada puñetazo que lanzas con Joel o con Abby es un puñetazo duro, lanzado para infringir el mayor daño posible. No son especialmente ágiles a la hora de esquivar. Si tienen que pegarse de tortas contra 3 lo hacen, si son contra 4 o 5 también. Ellie baila por el escenario, tiene elegancia a la hora de infringir violencia, no pega puñetazos, usa el afilado filo de su navaja, escurridiza, puede poner bombas… La notas diferente a Joel o Abby.
Las similitudes entre estos dos hizo que se criticara la premura con la que parece que Abby actúa para con Lev. Joel necesita, cronológicamente, todo un año para llegar a ese punto de dependencia emocional con Ellie. Abby la desarrolla en tres días. Y no es un fallo del guión, aquí viene el momento en el que yo, personalmente, empecé con ese Segundo Momento.
Forzarte a cambiar.
Creo que Abby alcanza a comprender que es “una mierdas”, como bien se lo echa en cara Mel. Y en su día Joel también lo sabía, es de las últimas frases que le dedica Tess. Pero Joel, como buen cabezota que es, se niega a cambiar. Tiene que pasar por mil sucesos y tiene que ver mil similitudes entre Sarah (su difunta hija) y Ellie para que empiece a recapacitar y empiece a cambiar su efecto en el mundo.
Abby se fuerza a cambiar. Considero que los detractores oyeron campanas, pero no supieron identificar muy bien de dónde venía el sonido. Pues esto habla bien de la persona que es Abby, no mal del guión.
Joel es un animal herido al que le cuesta confiar incluso en la imagen de la pureza (Ellie) pues sabe que tenerla a su lado le expone al peligro, le expone a la muerte, al dolor. Abby se ha dado cuenta de lo que ha hecho. Abby se ha dado cuenta de cómo de mala es su peor versión y da un giro radical a su vida.
Y no es algo desdeñable esto, no es una debilidad, ni mucho menos. Joel aprendió a ser así fruto de los golpes que le propinó la vida. Abby aprendió a ser así porque desde que nace hasta que la conocemos toda su educación se ha basado en esto.
El contexto en el que se educa Abby.
Abby nace en el núcleo de los Luciérnagas: grupo paramilitar que, si bien tienen un eslogan bonito y unos ideales aparentemente buenos, no dudan en apretar el gatillo (no solo para infringir daño a Fedra, eso poco importa) sino para defender sus intereses más cuestionables o polémicos.
Una vez Joel mantiene esa acalorada charla con los Luciérnagas, Abby, huérfana y desamparada, encuentra refugio en W.L.F.: grupo militar liderado por un villano hecho y derecho que ya no es que no duden en infringir la violencia si ello ayuda al grupo a cumplir sus propósitos, sino que sus propios propósitos son, en si mismos, la violencia.
Abby durante toda su vida ha sido educada en la violencia, pero no solo eso, en un mundo como el de The Last of Us todos son educados en la violencia. Abby es educada también en cumplir órdenes, en hacer lo que le mandan, en hacer lo que es necesario para cumplir la misión con el mayor éxito posible. Es la misma educación que recibió, por ejemplo, Jordan. De ahí le viene esta frialdad al personaje, de ahí le viene esa determinación para querer matar a Ellie en Jackson a pesar de que esta no tiene relación directa con la muerte del padre de Abby o la caída de las Luciérnagas. Jordan pensaba con frialdad sobre el dejar a Ellie con vida porque el dejarla con vida implicaba dejar un eslabón suelto.
Lo diferente de Abby.
Pero Abby no es así. Abby posee mucha mentalidad de soldado. Llega a Seattle y dedica toda su vida al entrenamiento, a prepararse para llevar a cabo su venganza. Bajo las órdenes de Isaac con los Wolfs se convierte en “la asesina número uno de serafitas”. Considero que esto, el atacar tan brutalmente a los serafitas, lo hace para ganarse el favor del jefe. Siendo la que mejor cumple las órdenes consigue espacio, consigue la confianza de Isaac. Lo hace para poder pedir permiso e irse a Jackson a por Joel. Ahí Abby hace uso de la frase “el fin justifica los medios”. Pero cuando alcanza su propósito, cuando venga a su padre, la moral aparece en ella.
Si estás interesado en conocer todos los detalles de la vida de Abby.
A pesar de estar entrenada para lo contrario, supo tomar sus propias decisiones, aliarse con el enemigo y hacer lo que quiso con su vida. Cuando estás acostumbrado, o entrenado, a seguir órdenes de otros, justo como hacen los soldados, decidir es complicado. Abby se enfrenta a ese conflicto que tiene dentro.
Su punto de inflexión.
En el momento en el que cumple con su venganza toma su primera decisión con el corazón y no con la cabeza. Deja viva a esa chica. Su vida habría sido más tranquila si hubiera apretado el gatillo una vez más y se hubieran marchado tal y como llegaron. Sin Ellie no hay rastro de ellos, sin Ellie más de la mitad de sus amigos habrían sobrevivido. Pero no lo quiso hacer, ella solo quería hacer el mismo daño que Joel hizo. Ojo por ojo, pero no más de eso.
Esta frase, ojo por ojo, creo que es otra que se le pasa por la cabeza cuando conoce a Lev y Yara. Podemos considerar que la balanza entre Joel y los Luciérnagas está equilibrada una vez Abby agarra ese palo de golf. Pero no está equilibrada con los Serafitas, víctimas de Abby pues eran su medio para alcanzar un fin. Creo que Abby decide desvivirse por salvar a estos dos niños por puro Karma. Por equilibrar esa balanza.
Pero no es solo cuestión de Karma.
No se puede decir que Abby defienda como defiende a Lev por algo que es también un poco egoísta, limpiar su conciencia. Abby ve algo en Lev y Yara diferente, se fuerza a ayudarlos y, posteriormente, obtiene un cariño por estas personas honesto y sincero.
Cuando Abby y Ellie se dan de tortas en el teatro de Seattle, Abby se alza como vencedora. Una Abby enfadada con sus dos víctimas en el suelo (Dina y Ellie) se dispone a acabar la jugada y cobrarse otro ojo por ojo. En este caso embarazada por embarazada. Pero Lev le dice que no. Y Abby obedece. Abby suelta a Dina y se marcha con su pequeño amigo. Sin un cariño real de Abby hacia Lev, ella no le habría escuchado.
Abby defiende a Lev no solo por limpiar su Karma, no solo por equilibrar esa balanza, se fuerza a ser mejor y fruto de ello consigue una relación de amistad real con alguien. En definitiva, Abby se fuerza a dejar de ser “una mierdas” y, esforzándose por ser mejor, consigue dejar de serlo.
Mi Segundo Momento
Tras reflexionar sobre esto es cuando ese Segundo Momento rompedor de The Last of Us Parte II llegó a mí. Sigo teniendo mis más y mis menos con Abby. Siguen sin gustarme muchas cosas que hay a su alrededor. Sigo prefiriendo a Ellie. Pero sigo, todavía, pensando en esta idea de Abby, en esta idea de forzarte a cambiar y conseguirlo.
Disfruté de ver a ese Joel que poco a poco se iba abriendo, cómo Ellie iba poco a poco ablandándole. Pero este concepto de Abby me parece más interesante. No siempre tenemos que esperar a vivir un evento que nos lleve a la redención, hay veces que tenemos que forzar que dicho evento llegue a nosotros. Abby lo hizo, y si bien no he olvidado su afición al golf, la he perdonado.