La felicidad es un sentimiento sencillo de definir. Tristemente, a veces se complica su obtención, pero la sensación de felicidad es sencillo. Creo que esto que digo se puede ver respaldado analizando el arte. El ser humano ha buscado de manera desesperada, desde el principio de los tiempos, ser capaz de transmitir lo que sentía. Se han ido perfeccionando, a través de la evolución tecnológica, los medios para hacer esa representación, para que cada vez se representen los sentimientos de una manera más inmersiva o clara.
Y, reconozco mi predisposición a la tragedia, a consumir contenido más amargo. Pero desde la pintura al videojuego, pasando por música, literatura o cine, las obras que más perduran, las que más impactan, son las trágicas, las melancólicas. Las historias se componen de introducción – nudo – desenlace, siendo el nudo lo importante de la historia, lo determinante. La felicidad o se encontraba o se encontrará; pero en el medio, en lo que se va a desarrollar, no acostumbra a estar.
En obras más “buen rolleras”, los problemas del nudo se suavizan. En la comedia los picos de estrés, lo traumático o lo duro de lo que suceda no afecta a un protagonista con carácter chistoso.
Qué sucede en los videojuegos
En los videojuegos, el ejemplo que todo el mundo conoce es Super Mario: un simpático fontanero que posee la misma cara y compostura y afronta el mundo con la misma sonrisa cuando secuestran a su amiga Peach o a su hermano que cuando está merendando con los Toads. Esté de fiesta o esté el Reino Champiñón sufriendo la mayor de las calamidades, Mario es feliz, o al menos no responde emocionalmente al drama de su alrededor. Se limita a actuar, a saltar y a enfrentarse al peligro sin las consecuencias que acarrea el enfrentarse al peligro en si mismo.
Por esto mismo, los juegos de Mario no hablan de sentimientos, ni mucho menos en concreto de la felicidad. Son aventuras entretenidas con unas mecánicas increíbles. Lo que narran los juegos de Mario son las aventuras, no la felicidad.
Con los juegos con un tono más triste no ocurre lo mismo. Los sentimientos del protagonista lo son todo en la historia: las fases de la depresión de la mujer de ‘Gris’ (el videojuego de Nómada Studio) alteran el mundo y lo que se puede hacer en él o no. La melancolía de Max en ‘Life is Strange’ abarca incluso la estética de Arcadia Bay, el pueblo donde se desarrollan los acontecimientos.
¿Y qué ocurre con The Last of Us?
The Last of Us no es el juego más alegre del mercado, siendo sinceros. La luz, el clima, las estaciones del año, la manera en la que suceden las cosas; todo está ligado al sentimiento, a todos los sentimientos que se tratan en el juego (que no son pocos) y, entre ellos, la felicidad.
A modo resumen, la manera en la que The Last of Us trata la felicidad, la mayor parte del tiempo, es con personajes temerosos por alcanzarla.
Durante mucho tiempo he llevado mal lo de sobrevivir
Joel Miller, epílogo del primer juego.
Para Aristóteles, la felicidad es el fin que todo ser humano busca. Es la recompensa tras el viaje y, por tanto, lo que se busca obtener al llevar a cabo cualquier actividad. Pero esto choca frontalmente con lo que le sucede a los personajes: tienen el síndrome del superviviente. Se sienten mal por haber sobrevivido a sus seres queridos. Joel se siente culpable y apenado porque él está vivo y su hija no. Abby no pudo salvar a su padre en el hospital. Ellie vio cómo Riley perdió la cabeza en soledad, mientras que a ella su inmunidad la mantenía con vida, y cómo olvidar lo que sucedió en esa cabaña en Jackson.
La felicidad es la recompensa a un viaje, pero es un viaje que no querían haber realizado, o que quieran completar. Su pérdida ha sido tal que ni con tiempo pueden sanar lo que sienten. De alcanzar la felicidad, el sentimiento de culpa sería tan grande que pelean con uñas y dientes que esa felicidad no llegue. En ciertos momentos parece que busquen la muerte, incluso. Esto lo vemos especialmente con Ellie en sus días en Seattle: equivocada en sus decisiones, siendo irracional e inflexible, lanzándose frente a un grupo paramilitar como los WLF sin saber dónde se está metiendo. Ellie dice buscar venganza pero, en cierto sentido, si los WLF acabasen con ella encontraría un descanso.
¿Qué sucede con Joel y Abby?
Con Joel y Abby no vemos estas fases tan autodestructivas, pues su trauma no es tan reciente como es el de Ellie. Lo que vemos son las consecuencias de haber vivido así. Joel tiene una relación extraña con Tess resultado de no haberse atrevido a comprometerse, por no hablar de cómo está su relación con Tommy al comienzo del primer juego, cuando lo controlamos en Boston. A Abby la encontramos perdida en medio de su grupo de amigos. Aun enamorada de su exnovio, con el que rompió por ser incapaz de prestarle la atención que requiere una relación. Todo por tener en mente la venganza. Formando parte del grupo WLF, con el que no comparte ni ideales ni especial cariño.
Cuando Joel encuentra a Ellie y cuando Abby culmina su venganza, superan los dos su síndrome del superviviente. Su manera de comportarse cambia y sus objetivos y decisiones se adecúan más a esa ideología aristotélica: buscan ser felices. Joel se desvive por ser un buen padre para Ellie, Abby se quiere alejar de todo lo que tenga que ser con Seattle y protege con toda su fuerza a Lev. Su viaje está llegando a su fin, pues su aventura tiene, por fin, un rumbo. Jackson y Ellie, Santa Bárbara y Lev; felicidad.
¿Qué sucede con Ellie?
Ella, con su perfecta novia, en su casa idílica, con su hijo adoptivo. Con toda la tranquilidad para tocar la guitarra, componer, bailar, cuidar de su pequeño rebaño. Han ganado la partida al cordyceps, han conseguido lo impensable y tienen lo que cualquier persona en ese mundo desearía. Lo tienen todo para ser felices. Pero Ellie huye de todo esto.
Esta es la manera en la que The Last of Us también trata la felicidad. El ser feliz, para Ellie, supone potenciar sus traumas, sirve para decirle que no ha podido salvar a nadie. Su inmunidad no ha servido para nada, sus esfuerzos han sido en vano y su aventura por Seattle le costó su integridad como ser humano y la vida a Jesse. Ellie percibe la felicidad como algo egoísta. Le reconcome, sufre por ser feliz. Ya en Seattle, en las páginas de su diario, veíamos cómo en ocasiones se sentía mal por no estar pensando en Joel y estar disfrutando con Dina. En la granja, su reacción a la felicidad es casi alérgica, hasta le produce pesadillas y tiene que escaparse. Tiene que lidiar con sus traumas. Su inmunidad no salvará al mundo pero sus esfuerzos por obtener la codiciada venganza no pueden ser en vano: su viaje por Seattle tendrá el final que ella necesita. De ese modo, ella no se sentirá culpable de estar viva. De ese modo, la felicidad no le hará sentir culpable.